Estabas en la cocina, recien levantado, tu espalda desnuda y el pelo recitando las imágenes de una noche intensa, tres de mis uñas en tu hombro, olor a café, no podía parar de mirarte en silencio, como si una sola palabra pudiera romper aquella mañana que quería fijar en uno de mis álbumes mentales, tu y yo, nuestro primer sabor amargo con dos de azucar, un silencio pleno de sonidos gestuales, mi memoria en REC, mis sentidos en play, mi boca esperando de nuevo reproducir cada nota que tocaba en tu cuerpo. Te diste la vuelta, me alargaste la taza, y tras el primer trago, el aria final.
– No te demores mucho, el avión de mi chica está aterrizando.
Las uñas en el hombro? Hummm 😉
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Soy amante de lis gatos, un poco felina… 😉
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Que linda
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Pudo resultar amargo.
Saludos.
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Siempre puede resultarlo…
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