Dejó caer la espalda sobre la tarde soleada de un banco del parque, la acogió cálida, se inundó de luz, le añoraba, pero el deseo se agolpaba en su piel y sin darse cuenta, acercó los dedos a los labios para acariciarlos en un breve roce, se dio cuenta que aquel era un gesto nuevo, creado desde que se miraron aquella madrugada por primera vez..
Pensar con la piel… hum, gran idea 🙂
Saludos.
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Sí, el deseo son imágenes que viven y se hacen reales en nuestra piel… Un abrazo
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Buenas tardes Nuria. Besos 🙂
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Tardes un poco tarde ya las mías.. Besitos Chus.
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