El fuego en su milenaria danza,
baila y crepita ante mis ojos prendidos en el,
en su presencia me desvisto de pensamientos oscuros,
su calor me libera de aquello ingrato que fue en mí,
y más de trescientos años de piedra me contemplan,
poco queda de aquel ayer atronador de urbe que era mi traje preferido,
hoy el baile anaranjado ante mis ojos,
el silencio roto solo por su recitar,
me acunan en un día de belleza,
que otros días de fuego sanadores traerá.